viernes, 26 de junio de 2020

"La ciudad desnuda", ("The naked city", Jules Dassin, 1948).

Un plano aereo de día de Nueva York acompañada de la voz en off del productor del film, (Mark Hellinger) nos explica los títulos de crédito del mismo y nos introduce en la vida de sus habitantes. Seguidamente se hace de noche, ya son la una de la madrugada y el pulso de la ciudad no deja de latir. La cámara nos muestra a barrenderos, un local de radio nocturna, un garito de fiesta, y finaliza en la oscuridad en el asesinato de una chica, para mostrarnos en un extraordinario fundido encadenado a través del grifo de una bañera y el de un camión de limpiadores el amanecer, que a su vez concluye con otro asesinato en el rio Hudson.
Con este maravilloso prólogo, el gran Jules Dassin nos introduce magistralmente en una perfecta combinación de documental y ficción noir rodada íntegramente en la ciudad de los rascacielos y fuera del estudio, incluso en sus escenas de interiores. Inspirándose en el neorralismo italiano, (quedo fascinado al ver "Roma ciudad abierta", de Rosselini en 1945), y a su vez siendo precursora del posterior cine noir norteamericano, (películas como "French conection" de William Friedkin de 1971 no existirian por ejemplo), Dassin dentro de una trama policial nos introduce en el que va a ser el gran protagonista del film, la ciudad.
Una mujer descubre el cadáver de la chica y comienza la investigación policial comandada por el teniente irlandés Dan Muldoon, (un maravilloso y divertidísimo Barry Fitzgerald), y el aprendiz Jimmy Halloran. Dassin nos va mostrar con una minuciosidad pasmosa toda la trama detectivesca con la realidad de sus personajes dentro de la ciudad y conviviendo con sus gentes. La ciudad interviene siempre directamente en la acción, no es solo el marco donde se desarrolla la historia. Descubrimos que los dos asesinatos están relacionados y son del mismo caso, una red de ladrones de joyas. Es verano y hace calor, los niños se refrescan en las fuentes públicas y los agentes de la ley están en las calles investigando con las pistas que tienen, en una tienda de ropa, en joyerías, en un centro médico... Finalmente Muldoon y Halloran acuden a casa de un sospechoso y justamente lo iban a eliminar. El asesino no logra culminar su hazaña, pero huye y consigue librarse de Halloran entre la multitud y se escapa en el metro. Dassin reafirma lo que busca, las gentes y la ciudad van unidas y han sido claves en la fuga del asesino. Tras la confesión de un médico nos queda aclarado que este presunto asesino llamado Willie Garzah, fue el artífice de los dos asesinatos del prólogo del film. Se trata de un luchador equilibrista que toca la armónica. Halloran da con su paradero pero se le vuelve a escapar. Aqui va a dar comienzo una de las mejores escenas de persecución de la historia del cine. Garzah huye por las calles y las propias circunstancias cuotidianas de las gentes de la ciudad hacen de forma casual y sin pretenderlo que no pueda huir como pretende. No puede entrar en un bus porque está repleto y le cierra las puertas, un guardia de tráfico no le deja pasar, un perro de un ciego le obstaculiza por defender a su dueño y acaba disparándole para escapar. Finalmente se ve atrapado por la arquitectura del puente de Williamsburg. Está atrapado y solo le queda subir arriba de él. Allí terminará siendo abatido por la policía. El puente con sus estructuras horizontales y verticales han actuado de gran protagonista para su trágico final y para cerrar de forma magistral la trama policial, pero no por la fatalidad del destino con sus sombras pesadillescas como sucedía en el noir clásico sino por pertenecer y ser la realidad de una gran ciudad. El documental ha intervenido de forma directa en la resolución de la trama formando parte de un todo conjuntamente con la ficción, siendo la verdadera esencia de esta maravillosa obra maestra. Nueva York tiene ocho millones de historias y esta ha sido una de ellas.
Una de las grandes joyas del maestro del noir Jules Dassin.

domingo, 21 de junio de 2020

"Conspiración de silencio", ("Bad day at Black Rock", John Sturges, 1955).

Un tren circulando a tremenda velocidad para en un inhóspito y desértico pueblo llamado Black Rock y baja de él, un misterioso hombre manco llamado John MacReedy, (un sereno y brillantísimo Spencer Tracy).
Con esta inicial escena comienza la gran obra maestra del gran y minusvalorado John Sturges, cineasta que con este western atemporal de intriga ambientado en el 1945, consiguió la perfección fusionando magistralmente una historia de odio y racismo con una espléndida fotografía en color y en cinemascope, además  de manejar muy acertadamente un reparto de actores inigualable.
El tren a toda velocidad ya nos indica desde el principio que el relato va a a ir muy rápido, en veinticuatro horas va a pasar toda la acción. Nada más llegar al pueblo MacReedy va a recibir una extraña hostilidad por parte de casi todos los habitantes. El formato ancho nos muestra en el mismo plano a todo el pueblo, va a ser la brillante composición visual que Sturges va a utilizar narrativamente durante todo el film. El tren hacía cuatro años que no paraba en este lugar. Él pregunta por un rancho pero nadie le ayuda. Entra al hotel para hospedarse y el dueño le dice que no hay habitaciones libres pero descubre que están casi todas vacías y se instala en una de ellas. Al salir del baño un vaquero, (un genial Lee Marvin), le espera en su cama y le intimida. Algo misterioso pasa en este pueblo. Ahora aparece en el hall del hotel el que parece ser el dueño del pueblo, el señor Smith, (Robert Ryan), el plano lo encuadra a él y a varios más conjuntamente, (el scope realza nuevamente y claramente la idea de que todo el pueblo y sus habitantes van unidos y esconden y silencian un misterio). MacReedy y Smith se reunen y nos enteramos del motivo de su llegada a Black Rock, busca a un japonés llamado Joe Komaco para entregarle la medalla de honor que recibió su fallecido hijo en la segunda guerra mundial por salvarle la vida. Smith y su banda deciden liquidar al forastero por fisgonear y poder descubrir su terrible secreto.
MacReedy alquila un jeep y decide ir al rancho y descubre que está abandonado, y gracias a unas flores que solo nacen en lugares donde han sido enterrados seres humanos deduce que Komaco fué asesinado allí. Pero porqué? Al intentar regresar al pueblo, uno de los esbirros de Smith, (un sensacional Ernest Borgnine), le persigue con su coche en una extraordinaria secuencia de  ritmo vertiginoso y le acaba haciendo salir de la carretera. Después de conseguir al fín llegar al pueblo, McReedy decide irse pero el siguiente tren sale a la mañana siguente. Va hacia la cantina a comer y nuevamente se va a enfrentar en una antológica y maravillosa escena que está en los anales de la historia del cine, con el personaje de Borgnine, pero esta vez y con una sola mano él saldrá victorioso. Se instala nuevamente en el hotel y allí gracias a su sabiduría y brillante ingenio, el doctor, (un gran Walter Brennan como siempre) y el dueño del hotel le contarán finalmente el gran secreto. Después del ataque japonés a Pearl Harbour del 1941 se instaló un gran odio racista hacia los japoneses que residían en los Estados Unidos. Komaco era uno de ellos y fué una de sus víctimas. Lo mató Smith con su banda y todo el pueblo decidió silenciarlo. El sheriff del pueblo por cobardía, el dueño del hotel por miedo, y el doctor por desidia habían callado lo sucedido, pero gracias a MacReedy han sido convencidos de la inutilidad de vivir silenciando semejante asesinato, porque siempre estará en sus conciencias, y por eso acabarán ayudándole. En un brillante final nocturno, MacReedy vencerá a Smith quemándolo, (Komaco había sido quemado también), y la banda será detenida y entregada a la policía. El tortuoso secreto que albergaba el lugar ha quedado liberado. El odio racista hacia el diferente ha sido vencido por la justicia de un noble forastero. Entrega la medalla de honor al doctor y se va en el tren nuevamente a toda velocidad. En un solo día ha logrado redimir al lugar de cuatro avergonzantes años de silencio, y su entrega de la medalla de honor le otorgan paz y prosperidad a Black Rock.
 La gran joya de John Sturges y posiblemente la mejor y mas perfecta película de toda su carrera.

miércoles, 17 de junio de 2020

"El beso de la muerte", ("Kiss of death", Henry Hathaway, 1947).

Nick Bianco, (Victor Mature), es un ladrón de buen corazón que para poder regalarle algo a sus hijas el día de Navidad, atraca con otros tres malhechores una joyeria de Nueva York y es arrestado en su fuga.
Con este argumento empieza la extraordinaria obra maestra dentro del noir del irregular Henry Hathaway, consiguiendo aqui su obra más perfecta manejando magistralmente un guión del gran Ben Hecht y siendo el artífice de la legendaria primera aparición en pantalla de Richard Widmark que está antológico interpretando al sádico gangster Tommy Udo.
El miedo, el debate sobre la delación, y la corrupción e ineficacia del sistema judicial, van a ser los temas que nos va a plantear brillantemente Hathaway en el film. En la primera secuencia del atraco, la joyería está situada en un rascacielos en el piso 24 y huyen en un ascensor. Hathaway crea un gran suspense en su descenso alternando en montaje paralelo al joyero queriendo dar la alarma y el rostro en primer plano de Nick que alberga miedo por ser atrapado. El joyero consigue su objetivo y Nick es atrapado y condenado. Hathaway ya nos ha introducido el miedo interno que va a padecer nuestro protagonista durante todo el film. Ahora entra en acción la fiscalía que va a chantajear utilizando las hijas de Nick para que delate a sus compañeros del atraco. La ley no escrita del código de honor del hampa hace que no se chive y que cumpla su condena. Pero algo va a suceder, su mujer que se había liado con uno de su banda acaba suicidándose. Esto unido a que sus hijas son traladadas a un internado hacen que Nick se reeplantee su vida y quiera ahora contentar a la fiscalía mediante la delación. El fiscal ahora si se sale con la suya y con la excusa de negarle su libertad condicional, utiliza a Nick para que delate a otros delincuentes. Es justificada ahora la delación? Pues si, la família debe de estar siempre antes que defender a criminales. El código de honor del hampa se desquebraja. Richard Widmark va a hacer ahora su mítica presentación en el film como Tommy Udo, en una escena antológica de la historia del cine, asesinando a una anciana en su silla de ruedas arrojándola por unas escaleras. Nick que ya había rehecho su vida con otra identidad y casándose de nuevo, tiene que testificar contra Tommy por otro caso de asesinato. Pero la ineficacia del sistema judicial hacen que salga inocente. El miedo vuelve de nuevo a Nick, ahora en forma de muerte, sabe el castigo que reciben los chivatos, su propia sombra en la cama de sus hijas lo refleja metafóricamente. Decide entonces llevar a su familia de vacaciones y esperar a Tommy en su casa. Hathaway vuelve al suspense y en una maravillosa secuencia de claroscuros nos advierte de la presencia del gangster, pero al final es el fiscal que viene al hogar de Nick para su protección. Pero ya es demasiado tarde, el miedo ya se apoderado de Nick y debido a la ineficacia del sistema decide el mismo resolver el caso en un brillante plan para que detengan a Udo. Lo espera en un restaurante en una extraordinaria secuencia donde el gangster aparece desde unas cortinas y le incita llenándolo de odio para que lo mate. Su plan consiste en que la policía atrape a Udo con las manos en la masa en el momento exacto de dispararle a él. El gangster le espera en su coche a la salida del restaurante para asesinarle. Es muy arriesgado, es prácticamente un suicidio, pero finalmente logra sobrevivir y Udo es abatido y arrestado por la polícia. La delación ha quedado justificada porque finalmente ha logrado vencer sus miedos internos y le deja vivir felizmente con su família, pero ha sido gracias a él y no al ineficaz sistema judicial.
Una de las mejores películas noir de la historia del cine de un sobresaliente realizador que debido a su irregular obra, es muy poco reconocido injustamente.

viernes, 12 de junio de 2020

"La pradera sin ley", ("Man without a star", King Vidor, 1955).

Dempsey Rae, (un extraordinario Kirk Douglas), y un joven al que acaba de conocer y apadrinar se dirigen en tren a Wyoming para ganarse la vida como ganaderos.
Con este argumento comienza esta gran obra maestra dentro del western del gran King Vidor, donde va a reflejar claramente su fascinante y personal tema de la independencia y la libertad, frente a la privatización y el progreso.
Nada más llegar a la estación de Wyoming el sheriff les está esperando a los dos y a otros polizontes que van en el tren para esclarecer un asesinato que ha habido en el tren. Dempsey salva la vida al joven delatando al asesino. En una genial escena en el tren en plano contrapicado, habían presenciado la escena del crimen. Comienza así el aprendizaje hacia el chico que va a continuar durante todo el film. Rápidamente Vidor nos introduce a los dos en el mundo de los rancheros. Los contrata un capataz de un gran rancho. Descubrimos con una gran dosis de humor a través de la novedad de incorporar un lavabo dentro del rancho, que el propietario es una mujer con una desbordada ambición. Las tierras aún eran libres en esa época del oeste y cada uno podía establecerse como quería. Dempsey se siente atraido por la mujer pero no le gusta su desbordada ambición. La mujer ha contratado 5000 cabezas de ganado, más las 10000 que ya tiene, hace poner en peligro la subsistencia de los pequeños propietarios. Dempsey después de recibir las 5000 cabezas de ganado hace una parada en un pequeño rancho para comer. Allí va a surgir la gran dicotomía del film. La libertad frente al privatización. El humilde propietario va a poner alambradas por protección hacia los desborados planes de la mujer de ocupar todas las tierras. Descubrimos que Dempsey odia las alambradas, su hermano murió en su Texas natal por culpa de ellas. No le gustan además porque eliminan la libertad. Pero él es un hombre independiente y tampoco le gusta en que se está convirtiendo la libre explotacion de las tierras porque se impone la ley del más fuerte. La mujer acaba contratando a pistoleros y en una maravillosa secuencia vende su cuerpo a Dempsey para que él lidere su ambicioso proyecto. Ella solo lo quiere por su fuerza y rapidez con el revolver. Él se acuesta con ella para después marcharse y abandonar su rancho. No le gustan ni las alambradas ni el aprovechar la libertad para imponer la fuerza contra el más débil. Por eso como nos dice la canción que nos acompaña durante todo el film, es un hombre que sigue el rumbo de su estrella. La independencia del individuo frente a todo. El enfrentamiento es inevitable entre los pistoleros de la gran jefa y los pequeños propietarios. Las pistolas frente a las zanjas.  Pero como le dice su amiga prostituta del pueblo a Dempsey la única salida hacia la paz es el progreso. Y el futuro está evindentemente en las alambradas porque se están implantando en todo el país. Es la única defensa del pequeño frente al grande. Esto unido a la paliza que recibe por parte de los pistoleros es lo que hace que Dempsey aún sin gustarle, tome la decisión de ayudar a los modestos. Construye alambradas conjuntamemnte con ellos incluso. Su joven y protejido amigo, después de culminar su aprendizaje matando en defensa propia a uno de los pistoleros, también cambiara finalmente de bando y se unirá con él. En un maravilloso desenlace con la manada de ganado intentando arrasar las alambradas, Dempsey acabará con los pistoleros. Los ha ayudado para protejerlos, pero siguen sin gustarle las alambradas porque coartan la libertad. Tampoco le gusta la avaricia de cada vez querer más aprovechándo la libertad. Por eso decide irse del lugar. El joven en cambio se quedará junto a una chica de un pequeño rancho. Ellos son el futuro y el progreso de la civilización. Dempsey en cambio es un ser independiente y ya a elejido su destino, seguir el rumbo de su estrella hacia ninguna parte.
Una de las mejores y más personales películas de King Vidor, uno de los grandes maestros de la historia del cine.

domingo, 7 de junio de 2020

"Muerte en Venecia", ("Morte a Venezia", Luchino Visconti, 1971).

Un compositor de música, (Dirk Bogarde), en el ocaso de su vida, llega a Venecia después de fracasar en la última etapa de su vida, para descansar. Con este argumento el gran cineasta Luchino Visconti va a realizar una de las más extraordinarias reflexiones que jamás se han llevado a la pantalla sobre el arte, la belleza, la pasión y la muerte. Adapta la famosa novela de Thomas Mann del mismo título y utiliza la extraordinaria música de Gustav Mahler logrando una conseguidísima atmósfera visual y musical.
Al llegar a Venecia el músico, un guia turístico de rostro feísimo, le da la bienvenida. No es casual, Visconti va a jugar constantemente entre la belleza y la fealdad. Se instala en un hotel de lujo. Estamos a principios del s.XX, en la gran época del lujo y la alta burguesía europea que Visconti conocía tan bien, él mismo perteneció a una família aristocrática. Sentado en un gran salón observa y queda fascinado al instante por la belleza angelical de un rubio adolescente. La cámara lo capta acercándonos a él, en zooms que van a ser la constante que va a utilizar Visconti durante todo el film. Era una moda torpe en el cine de los 60 y 70 que aqui él milagrosamente, le saca un brillante rendimiento. Aún con los zooms, siempre lo vamos a ver desde la distancia. Él lo va a seguir contemplando en la playa y por toda Venecia. Cada vez está más fascinado por el chico. Al mismo tiempo Visconti nos cuenta en flashbacks el fracaso en la búsqueda de la perfección en el arte del compositor, y de su vida. Para él, arte y vida van unidos y la perfección nace desde dentro del alma y está en la pureza de la belleza y no desde la genialidad más ambigua y terrenal de los cinco sentidos. Así lo discute con un amigo también compositior. Descubrimos que tuvo mujer e hijo pero acabó perdiéndolos. La belleza y juventud del chico le remiten a la perfección del arte. Su tiempo de descanso en Venecia finaliza pero el azar hace que regrese. Pierde su maleta en la estación. Su sonrisa nos indica que le encanta la idea de regresar, podrá seguir contemplando al bello adolescente. Pero el cólera se ha instalado en Venecia, esto unido a un cantante ambulante, nuevamente con un rostro descaradamente feo, nos remite a lo antagónico de la belleza. Nuestro protagonista observa una preciosa puesta de sol, es el crepúsculo también de su vida? Se intenta rejuvenecer en la peluquería, pero la edad va por dentro, jamás podrá conquistar al eterno adolescente, él lo sabe por eso siempre lo contempla desde la distancia. Quiere terminar su vida disfrutando de su bella pureza. Continúa siguiéndolo por la ciudad, pero la epidemia ya está por toda Venecia. Él teme por la vida del chico. La belleza y su juventud deben perdurar porque aun no están en su momento de perecer. Pero en cambio en la vejez ya no hay belleza. No por casualidad acabará enfermando de cólera. El chico y su família se van a ir de Venecia por la epidemia. Sabe que ya no volverá a contemplar su bello cuerpo. En un extraordinario y poético desenlace, él desde una tumbona en la playa lo va a observar por última vez. Desde la distancia el chico se despide de él, al momento cae de la tumbona y muere. Se ha ido feliz viéndolo. La belleza más pura está en la juventud, desde ella surgieron sus grandes composiciones musicales en el arte y el matrimonio con su hija floreció. Pero la fealdad es impura y está en el crepúsculo de la vida y en la enfermedad. La belleza debe perdurar porque en ella está lo más maravilloso y pasional de la vida y del arte. Su debate interno sobre donde está la perfección concluyó.
Una de las grandes obras maestras del genial Luchino Visconti.

viernes, 5 de junio de 2020

"Bajo los techos de París", ("Sous les toits de Paris", René Clair, 1930).

Unos planos cortos de los tejados de un edificio de París en silencio, seguidamente un largo travelling de acercamiento en descenso hacia el corazón del barrio con una música que se va escuchando cada vez más, continúa el travelling hasta finalizar en una chica y en un cantante junto con las gentes del lugar, todos juntos entonan la extraordinaria canción que da el título al filme. La cámara ahora en un travelling vertical hacia arriba nos muestra a los vecinos del edificio en sus ventanas.
Con esta maravillosa secuencia Rene Clair, uno de los grandes maestros del realismo poético francés, nos presenta a los dos protagonistas y el lugar de la acción a través de la utilización perfecta de la imagen y el sonido. La película está rodada en la transición entre el cine silente y el sonoro y Clair nos va a envolver en una atmósfera lírica y de comedia musical extraordinaria fusionando con maestría escenas mudas y sonoras. El cantante va a conocer a la chica, que es a su vez novia de un gangster, y acabarán juntos. La cámara los filma mostrándonos solo sus piernas con sus zapatos caminando hacia su casa. La magnífica utilización simbólica de los zapatos, nos van a reforzar lo que vendrá. Después de una genial escena cómica con los dos en la cama de él, utilizando magistralmente la oscuridad, el destino los separará. Él está preparando en su habitación la llegada de ella para vivir juntos, un ramo de rosas, una barra de pan y unas zapatillas caseras lo ratifican. Ella prepara su maleta con sus zapatos incluidos. Pero la polícia lo detiene pensando que es un ladrón. Pero aparte de su detención algo significativo va a suceder, la ventana se rompe, el ramo de flores y la barra de pan caen al suelo y el policía pisa las zapatillas. La chica pide ayuda con un amigo de él. Clair nos muestra nuevamente la habitación del cantante, ventana, flores, pan y zapatillas siguen con su lamentable estado, nos incluye además una rata. La chica se enamora del amigo y acaban juntos. Atrapan al verdadero ladrón y el músico es puesto en libertad. Visita su habitación y le da una patada a las zapatillas. Continúa la ruptural simbología. Se volverán a encontrar, pero tendrá que pelear con el gangster. Pero en una maravillosa escena de pelea y huida mostradas por Clair nuevamente en la oscuridad, el amigo le ayudará. Los dos amigos y la chica quedarán juntos en un bar tras la fuga. Se jugarán a la chica a los dados pero el músico hace trampas para que gane el amigo, porque se da cuenta que ella está enamorada de él. Pone su canción que los había enamorado "Bajo los techos de París", pero aun así ella lo rechaza. Este amor no estaba hecho para él. La metáfora ruptural de los zapatos mostrada por Clair queda reafirmada, así nos lo advertía. Ha perdido a la chica, pero no estamos ante un director pesimista como su coetáneo Marcel Carné. Para él lo importante es la alegría de la vida en plena armonía con la música. En la última secuencia nos muestra nuevamente al músico y la gente del barrio cantando su misma canción alegremente. Estamos como al principio, quedamos atrapados por la fascinante felicidad que nos transmite la escena. Finaliza la película con el mismo travelling del principio pero a la inversa, ahora es de alejamiento y finaliza en los tejados. Él es feliz, la vida fluye y continúa. El verdadero amor en realidad estaba en la atmósfera poética del lugar y su música.
Una de las grandes obras maestras del gran Rene Clair.

martes, 2 de junio de 2020

"Más dura será la caida", ("The harder they fall", Mark Robson, 1956).

El periodista deportivo Eddie Willis junto con una red de promotores mafiosos, (brillantemente presentados uno a uno y sin diálogos), llegan a un gimnasio clandestino donde van a conocer a un inexperto boxeador de dos metros llamado Toro Moreno al que quieren hacer campeón amañando los combates.
Con esta maravillosa presentación de personajes de cinco minutos de duración, el director Mark Robson nos introduce magistralmente en una de las grandes obras maestras sobre boxeo de la historia del cine, donde lo critica abiertamente junto al periodismo. El periodista, interpretado brillantemente por un envejecido Humphrey Bogart en la que fué su ultima película, (murió al año siguiente de cáncer), está en el paro porque su periódico ha cerrado. Toda su vida trabajando dignamente por un sueldo decente para nada. Decide entonces sin gustarle, dejar a un lado la honestidad y dejarse arrastrar por ganar mucho dinero. Por eso decide corromperse aceptando promocionar publicitariamente con falsedades al inocente boxeador. Todo está preparado, con un bus incluido con la imagen de Toro recorriendo las calles. Comienza a ganar combates, todos amañados, Toro piensa que los gana de verdad. Eddie es consciente de lo que hace y no le gusta, pero está cabreado con el sistema, porque la decencia le ha conducido al fracaso profesional. La cámara se detiene en primer plano mostrándonos su rostro en silencio y observamos su malestar. Se debate a si mismo entre si es ético el todo vale para forrarse de dinero y la honradez. La red mafiosa solo quiere enriquecerse a cualquier precio, él en cambio siempre duda, pero continúa. Después de que un contrincante muera en un combate, Toro quiere abandonar, pero Eddie decide contarle la verdad sobre sus falsas victorias. Es la única forma que tiene de convencerle para el último combate contra el campeón de los pesos pesados. Sino pelea la red mafiosa no les pagará su motín a ambos. Logra convencerlo, tiene que dejarse perder ahora él, porque el campeón no quiere perder. Llega el día del gran combate y en una extraordinaria secuencia que nos transmite una sensación de realismo asombrosa, Toro no se dejará perder, su honor está antes que la derrota finjida. Acaba recibiendo una brutal paliza. Eddie quiere recibir el dinero pero descubre que a Toro  le van a pagar una miseria. Esto ya es demasiado para él, su conciencia en un estremecedor y bondadoso final hará que su parte del dinero se la acabe dando a Toro. Se ha redimido, su debate interno ha vencido de parte de la honestidad. Ha decidido además escribir sobre la falsedad e indeciencia del boxeo y aprovechar su profesión para delatar a la red mafiosa. Ya no quire más mentiras. Le puede costar la vida, pero le da igual, prefiere ser honrado. El bien tiene que estar por encima del mal. Todo está podrido pero intentar cambiarlo es posible.
 Un extraordianario final para una obra maestra, que además sirve de cierre para la legendaria carrera del único e irrepetible Humphrey Bogart.