viernes, 26 de junio de 2020

"La ciudad desnuda", ("The naked city", Jules Dassin, 1948).

Un plano aereo de día de Nueva York acompañada de la voz en off del productor del film, (Mark Hellinger) nos explica los títulos de crédito del mismo y nos introduce en la vida de sus habitantes. Seguidamente se hace de noche, ya son la una de la madrugada y el pulso de la ciudad no deja de latir. La cámara nos muestra a barrenderos, un local de radio nocturna, un garito de fiesta, y finaliza en la oscuridad en el asesinato de una chica, para mostrarnos en un extraordinario fundido encadenado a través del grifo de una bañera y el de un camión de limpiadores el amanecer, que a su vez concluye con otro asesinato en el rio Hudson.
Con este maravilloso prólogo, el gran Jules Dassin nos introduce magistralmente en una perfecta combinación de documental y ficción noir rodada íntegramente en la ciudad de los rascacielos y fuera del estudio, incluso en sus escenas de interiores. Inspirándose en el neorralismo italiano, (quedo fascinado al ver "Roma ciudad abierta", de Rosselini en 1945), y a su vez siendo precursora del posterior cine noir norteamericano, (películas como "French conection" de William Friedkin de 1971 no existirian por ejemplo), Dassin dentro de una trama policial nos introduce en el que va a ser el gran protagonista del film, la ciudad.
Una mujer descubre el cadáver de la chica y comienza la investigación policial comandada por el teniente irlandés Dan Muldoon, (un maravilloso y divertidísimo Barry Fitzgerald), y el aprendiz Jimmy Halloran. Dassin nos va mostrar con una minuciosidad pasmosa toda la trama detectivesca con la realidad de sus personajes dentro de la ciudad y conviviendo con sus gentes. La ciudad interviene siempre directamente en la acción, no es solo el marco donde se desarrolla la historia. Descubrimos que los dos asesinatos están relacionados y son del mismo caso, una red de ladrones de joyas. Es verano y hace calor, los niños se refrescan en las fuentes públicas y los agentes de la ley están en las calles investigando con las pistas que tienen, en una tienda de ropa, en joyerías, en un centro médico... Finalmente Muldoon y Halloran acuden a casa de un sospechoso y justamente lo iban a eliminar. El asesino no logra culminar su hazaña, pero huye y consigue librarse de Halloran entre la multitud y se escapa en el metro. Dassin reafirma lo que busca, las gentes y la ciudad van unidas y han sido claves en la fuga del asesino. Tras la confesión de un médico nos queda aclarado que este presunto asesino llamado Willie Garzah, fue el artífice de los dos asesinatos del prólogo del film. Se trata de un luchador equilibrista que toca la armónica. Halloran da con su paradero pero se le vuelve a escapar. Aqui va a dar comienzo una de las mejores escenas de persecución de la historia del cine. Garzah huye por las calles y las propias circunstancias cuotidianas de las gentes de la ciudad hacen de forma casual y sin pretenderlo que no pueda huir como pretende. No puede entrar en un bus porque está repleto y le cierra las puertas, un guardia de tráfico no le deja pasar, un perro de un ciego le obstaculiza por defender a su dueño y acaba disparándole para escapar. Finalmente se ve atrapado por la arquitectura del puente de Williamsburg. Está atrapado y solo le queda subir arriba de él. Allí terminará siendo abatido por la policía. El puente con sus estructuras horizontales y verticales han actuado de gran protagonista para su trágico final y para cerrar de forma magistral la trama policial, pero no por la fatalidad del destino con sus sombras pesadillescas como sucedía en el noir clásico sino por pertenecer y ser la realidad de una gran ciudad. El documental ha intervenido de forma directa en la resolución de la trama formando parte de un todo conjuntamente con la ficción, siendo la verdadera esencia de esta maravillosa obra maestra. Nueva York tiene ocho millones de historias y esta ha sido una de ellas.
Una de las grandes joyas del maestro del noir Jules Dassin.

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