jueves, 28 de mayo de 2020

"Crepúsculo en Tokio", ("Tokyo boshoku", Yasujiro Ozu,1957). 

Una de las joyas menos conocidas y sombrías del maestro japonés. Chishu Ryu interpreta como siempre al padre, pero en esta ocasión no es viudo sino separado. Tiene dos hijas, la mayor, (una extraordinaria Setsuko Hara), se acaba de separar y tiene a una bebé, y la menor tiene graves problemas y acaba pidiendo dinero a escondidas a su tía sin contar porque lo necesita. Todos fueron abandonados por la madre. El padre intenta ayudarlas pero no puede conseguirlo. Es por esta razón que surge la primera gran diferencia que nos propone Ozu en este film con respecto a sus otras obras, el padre no va a ser ahora el protagonista al no poder solucionar los problemas de sus hijas. El peso narrativo va a recaer en esta ocasión en sus hijas. Sus clásicas diferencias paternofiliales son ahora abordadas desde otro punto de vista. La hija menor descubrimos que está embarazada y busca constantemente a su novio. Este no quiere saber nada de ella y la evita. Estamos por tanto ante un relato más triste y oscuro que lo que normalmente nos cuenta Ozu. He aqui entonces su segunda gran diferencia, ahora en su puesta en escena, por eso la fotografía es más oscura, no por casualidad la historia transcurre siempre de noche. Hasta sus maravillosos y poéticos "pillow shots" son ahora nocturnos. La hija menor busca a su chico hasta altas horas de la madrugada recorriendo varios garitos. Es en uno de ellos donde va a surgir el gran tema del film, la figura de la madre. Las dos hijas van a reencontrarse con ella, ha regresado a Tokio. Pero no la van a aceptar en sus vidas, ya es demasiado tarde después de no haber estado con ellas durante tantos años. La hija menor se ve totalmente sola y desesperada y acaba abortando. Sigue la tristeza del relato, la hija mayor intenta también ayudarla pero tampoco puede hacer nada. La tragedia va a ser inevitable. De noche, como no podía ser de otra manera, la hija menor se suicida, (genial secuencia fuera de campo con el sonido del tren). Ni siquiera el padre y la hija mayor saben lo del aborto. He aqui el gran acierto narrativo de Ozu, no hace falta que lo sepan porque la culpable del suicidio indirectamente ha sido la madre. Si hubiera estado en casa, hubiera podido ayudar a su hija y habria evitado la tragedia. Estos problemas de las hijas los resuelven mejor las madres que no los padres. Cada progenitor tiene su función. La unidad familiar es básica e imprescindible para Ozu. La madre al enterarse de la muerte de su hija, en una triste y genial secuencia en la estación de tren, se marcha esperando una reconciliación por parte de su otra hija que no se producirá. Tantos años fuera del hogar ya no tiene solución. Por eso la hija mayor va a regresar con su marido para que su hijita tenga a sus dos padres en la mencionada unidad familiar, y poder evitar así futuras tragedias. Pero Ozu nos quiere dar esperanzas y no quiere finalizar así la historia. Es por ello que al final después de un maravilloso y fordiano plano del padre con una fotografía de su fallecida hija, le dá ahora sí, el protagonismo al padre. Él va a cerrar el film en el último plano, estando ya en la soledad como siempre. Vuelve la normalidad en la estructura fílmica de Ozu, y marcha hacia su trabajo. El  pesimismo ha quedado atrás. La oscuridad del relato ha desaparecido. No por casualidad este último plano transcurre ahora de día.
Una de las grandes obras maestras de la extraordinaria obra del genio Yasujiro Ozu.

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