jueves, 28 de mayo de 2020

"El silencio de un hombre", ("Le samourai", Jean-Pierre Melville,1967).

Un plano general estático de una sórdida y solitaria habitación, al mismo tiempo se muestra en pantalla una cita inventada del libro Bushido, (el libro sagrado de los samurais), y a continuación se rompe la estaticidad del plano y la cámara se balancea de arriba a abajo. Algo va a suceder, algo se va a descomponer. Seguidamente vemos a un hombre ponerse su gabardina y sombrero y salir de esa habitación, después roba un coche, le cambia la matrícula en el garaje de un compinche, y va a visitar a su novia, para finalizar en un garito y asesinar a un hombre. Pero algo sale mal, una pianista lo ve claramente al fugarse, comienza la descomposición antes advertida. Con esta premisa de 16 minutos sin apenas diálogos, comienza la extraordinaria película del maestro del noir francés Jean-Pierre Melville, ("Bob el jugador", "Círculo rojo", "Crónica negra"). Estamos ante un solitario asesino a sueldo, (un magnífico Alain Delon), que nos remite a los legendarios y milenarios samurais, se rige con sus mismos códigos éticos y morales, es solitario y se centra en normas muy cerradas y estrictas. Los que lo han contratado le traicionan, y la policía a traves de varios testigos que lo vieron, (la pianista que fué quien de verdad lo vió finge no haberlo visto), le persiguen y acosan. Sigue la descomposición, ahora ya sabemos que es su forma de vida la desquebrajada. O la policía o los hampones le  acabarán atrapando. Por eso ya solo hay una solución. Lo marcan los antiguos códigos de honorabilidad de los solitarios samurais, la muerte. Pero antes ha de completar su venganza contra los traidores y al mismo tiempo disipar sus dudas por el encubrimiento de la pianista). Ahora ya está preparado. Melville entonces nos repite la misma situación del principio del film, en el garaje con su compañero, con su novia, pero ahora suena a despedida. Vuelve al mismo garito de su asesinato, y prepara su propia muerte. Quiere acabar su vida suicidándose en combate como un buen guerrero, y un plano de detalle de su pistola sin balas así lo demuestra. Su plan ha salido perfecto, la descomposición de su solitario mundo queda bien cerrado como marca su estricto código moral. Su honor ha quedado impoluto.
La obra más perfecta del gran Melville, el maestro del género noir rodado en Francia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario